Capítulo 16: Maldito perro judío
Ahora que han pasado tantos años, ahora que el pasado de la vida de la abuela me ha llevado hasta vosotros, a conocer vuestras vidas, las vidas de los maestros y maestras de la República… Juliana, Ángeles, Carmen, María Teresa, Matilde, Amparo, Francisco, Pura… maestras y maestros republicanos; ahora que el tiempo no puede ir marcha atrás, me pregunto, y sé que sin respuesta, qué hubiera sido de mi vida, de nuestras vidas, si hubierais continuado enseñando, si hubierais culminado con la implantación de aquel sistema educativo revolucionario donde el niño era el centro del universo escolar y era considerado como un ser esencialmente libre; donde se reconocía que todos los niños, sin excepción, poseían cualidades innatas y únicas que sólo había que dejar aflorar para después acabar de perfilar y potenciar; donde la enseñanza se basaba en métodos activos, en la observación, la experiencia, la ciencia y la evidencia; donde el respeto a la conciencia del niño era un principio inquebrantable; donde no existía una jerarquía déspota entre maestros y niños; donde la disciplina no se imponía sino que se aprendía; donde no había lugar para el castigo ni el miedo porque vosotros, maestras y maestros de la República, nunca nos hubierais tratado como lo hicieron algunos de aquellos canallas que usurparon vuestro oficio, que os arrebataron una parte de vuestras vidas, y que también marcarían, para siempre, la de los miles y miles de niños que ya no os llegarían, ya no os llegaríamos, a conocer jamás.
A vosotros, queridos, desconocidos y olvidados maestros… de la República.